IGUALDAD, VALOR Y MÉRITO. Capitulo VI.
FUNDAMENTOS DE LA LIBERTAD
FRIEDRICH HAYEK
Elaborado por: Carlos Rafael Martínez Ríos
Quetzaltenango, 17 de febrero de 2017
Cuando se habla de igualdad,
necesariamente hay que hacer una primera diferenciación, pues una no es
presupuesto de la otra, de hecho es casi imposible que existan las dos. Es
decir la igualdad material y la igualdad ante la ley.
La primera es imposible de
alcanzar pues siempre habrá personas desiguales por diversidad de razones, en
cuanto a la igualdad legal también cabe mencionar que por lo menos en blanco y
negro esta igualdad está dada. Pues aunque no existiera por parte del Estado
una coacción para que se trate a personas diferentes de igual forma ante la ley
en la vida real la igualdad ante la ley también ha sido retorcida.
En cuanto a la primera, es
innegable que existen minorías o mayorías raciales, nacionales, de género, de
pensamiento, etc... Dicha desigualdad es
parte de la vida, no puede concebirse una sociedad donde subsistan personas exactamente
iguales con los mismos alcances materiales que otras, ni siquiera en los
fallidos intentos socialistas o comunistas se ha logrado alcanzar dicha igualdad,
de hecho, basta con visitar países con regímenes como estos para observar
inmediatamente que las diferencias continúan aún más marcadas que si no
estuvieran regidos por dichos sistemas políticos.
Por otra parte la igualdad ante
la ley, implica que el Estado no utilice sistemas de coacción para lograr trato
diferenciado a personas o grupos que pertenezcan a la categoría utilizada de “colectivos históricamente discriminados”.
Dicho sea de paso, estoy de
acuerdo que para alcanzar un trato igualitario aún se pertenezca a uno de estos
colectivos no es a través de la ley que se va a alcanzar, tal el caso de la ley
de violencia contra la mujer; sin embargo, el uso de acciones afirmativas
permite en cierta forma que exista equidad política en las decisiones de los
gobernantes. Es innegable que existen grupos en relación de poder que han
mantenido a otros al margen de las decisiones políticas y que de igual forma no
permiten la escala de ciertos grupos, y es poniéndoles límites temporales que
se pude contribuir a la minimización de su accionar. Tal el caso de los
aranceles, es en todo caso eliminando los candados legales que mantienen la
desigualdad y creando leyes que estén encaminadas a brindar una verdadera
competencia.
La igualdad ante la ley no existe
y jamás existirá, tal y como lo manifestó Eduardo Galeano “la justicia es como la serpiente solo muerde a los que van descalzos”, y
últimamente muerde indiscriminadamente a quienes también no lo están pero sus
posiciones de poder o posición política no les permite alcanzar los beneficios
que el común de los ciudadanos tiene; por ejemplo el caso del hijo del
presidente Morales; cualquier otro ciudadano con el mismo problema hubiera
resuelto su situación jurídica en menos de dos horas en un procedimiento común,
sin embargo por ser la figura que es incluso le limitan su libertad física. Tan
desigual es el trato en la ley para el que esta descalzo con relación al que
usa corbata y maneja un Mercedes, como lo es para el que está en una posición
que permite el manejo mediático de la administración de justicia.
En relación al mérito y el valor,
es pues claro que siendo el mérito “los
atributos de la conducta que la hacen merecedora de alabanza” y el valor “los dones y la capacidad de los servicios de una persona supongan para
nosotros y por los que recibe recompensa” se debe acotar que la sociedad
confunde muy continuamente ambos; es claro que el mesero que se entrega a su
trabajo de lleno y hace todas sus acciones para prestar un buen servicio, está
haciendo méritos en su trabajo, pero el valor que se le da no va a ir en
correspondencia sobre lo que su trabajo de todas formas le exige sino del servicio
que suponga para nosotros el que nos haya atendido, de ahí que por muchos
méritos que tengan las personas será su valor el que importe en la sociedad, de
lo contrario estaríamos recompensando demás a las personas. En otras palabras,
tal y como pasa en las profesiones, podrá tener muchos méritos el tener un
doctorado, pero si tengo que pagar por los servicios profesionales de un doctor
en derecho y un astuto abogado que no haya pisado una universidad después de su
graduación, prefiero pagar por el segundo porque tiene más valor que mérito.
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